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http://www.antropologiavisual.com.mx/coloquio-academico/66-documental-memoria-y-movimientos-sociales.html?start=1
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Surgimiento de una foto-historia
La incorporación de la imagen en general y de la fotografía en particular como documentos para la investigación histórica han tenido que enfrentar los prejuicios de una historiografía occidental basada casi exclusivamente en el documento escrito, como ha mostrado recientemente Peter Burke2. El reconocimiento de la fotografía por parte de la mirada histórica y museográfica y su primera puesta en escena por parte de Beaumont Newhall en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en el año de 1937 legitimó el quehacer de los profesionales de la lente y aceleró la revisión histórica de archivos públicos y privados en Europa, Norteamérica y América Latina3.
En el caso de México, el fenómeno del rescate fotográfico y su incorporación al quehacer histórico data apenas de 1978, con la creación de la Fototeca Nacional con sede en el convento de San Francisco en el estado de Hidalgo y la adquisición pública del archivo fotográfico de la Agencia Casasola, en la que se encontraba una parte importante de la memoria histórica de la revolución mexicana y los gobiernos emanados de ésta4.
No se trata de un dato menor: ambos hechos se registraron en la administración del presidente José López Portillo, considerado historiográficamente como el último gobierno “revolucionario”, que se reconocía como heredero de la gesta épica de 1910. En los gobiernos posteriores se inició un nuevo ciclo histórico vinculado al neoliberalismo económico y la categoría histórica de “revolución mexicana” se fue fragmentando hasta convertirse en una simple efeméride deportiva.
Por todo ello, no resulta casual que dicho gobierno tomara la decisión a finales de los setenta de preservar el archivo Casasola y resguardarlo bajo el manto de la bóveda oficial de la fototeca. Durante una buena parte del siglo XX se consideró a este archivo como la memoria oficial por excelencia de los hechos revolucionarios. Una historiografía escrita a la medida del poder fue tejiendo los hilos de una visión lineal que tomaba como estaciones fundamentales a personajes como Madero, Carranza, Obregón y Calles, e incorporaba en el mismo paquete a las figuras de Zapata y Villa haciendo caso omiso de todo tipo de matices y contradicciones.
El “mito” Casasola ilustra de manera paradigmática la pretensión oficial de reducir la historia de la revolución a unas cuantas imágenes. El primer intento de comercializar el trabajo de la agencia fotográfica, -creada por Agustín Víctor en 1911-, a través de la divulgación de un álbum, ocurrió en los inicios de la década de los veintes, pero fracasó rotundamente. Quizá la cercanía de la población civil con la violencia experimentada en años anteriores era todavía muy directa como para darle otro sentido a las imágenes5.
En cambio, dos décadas después el álbum Casasola resultó todo un éxito y su presencia en el imaginario colectivo fue cada vez más importante. El trabajo de escritores, pintores, fotógrafos y cineastas en torno a la gesta revolucionaria construyó una visión romántica y optimista que fructificó a lo largo de los años. Todavía en los sesenta, la obra se reprodujo masivamente a través de varios tomos debidamente empastados que fueron vendidos a precios económicos en los supermercados y apoyados por toda una estrategia publicitaria en radio, prensa y televisión6.
Una de las fotografías de la agencia se convirtió en uno de los íconos más importantes de la revolución y a la postre de la historia de la fotografía en México durante el siglo XX. Se trata de la imagen de una mujer que fue identificada de inmediato por escritores y especialistas como soldadera y que fue considerada como el símbolo de la participación femenina en la gesta revolucionaria y en la construcción de la nueva nación.
La fotografía se atribuyó durante décadas a Agustín Víctor Casasola. Durante todo ese tiempo la figura de esta mujer, -que se vinculaba a las populares “Adelitas”- asomándose por las escalerillas del vagón de un tren fue asociada de manera positiva a los ideales revolucionarios y acompañó de manera orgullosa la reflexión de historiadores y académicos sobre los logros de la revolución mexicana7.
Fotografía núm. 1
Mujeres en un vagón de la estación de trenes de Buenavista en la ciudad de México, 8 de abril de 1912
Autor: Jerónimo Hernández (antes atribuída a Agustín Víctor Casasola)
Fondo: Casasola
SINAFO-Fototeca Nacional INAH
Mujeres en un vagón de la estación de trenes de Buenavista en la ciudad de México, 8 de abril de 1912
Autor: Jerónimo Hernández (antes atribuída a Agustín Víctor Casasola)
Fondo: Casasola
SINAFO-Fototeca Nacional INAH
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